viernes, 13 de agosto de 2010

Salía de su casa todos los días a la misma hora. Esperaba, en la misma baldosa, a que frenara el tren. Subía, como no podía ser de otra manera, con el pie derecho y recién cuando su cabeza sobrepasaba la línea de la puerta levantaba el pie izquierdo y lo ingresaba. Si decimos que salía a la misma hora es porque era exactamente así. Más de una vez lo han encontrado esperando tras la puerta a que el reloj marque las 12hs. En cinco minutos llegaba a la estación y el tren debía pasar por allí para llevarlo donde el quería ir a las 12:07hs.
Obsesivo dirán. Loco, pensarán. Ni uno ni otro. Soñador diré yo. A las 12:07 pasó el tren que lo atropelló y se lo llevó de su vida. Fue la primera vez que no viajó con su padre para ir a verla cantar. Estaba enfermo y prefirió cuidarse y quedarse recostado.
Supuestamente, por lo que le contó el del bar de la estación, se mareó y cayó en las vías en el preciso instante que pasaba la formación. No hubo nada que hacer. Desde ese 14 de mayo se sube al tren que lo hubiera llevado para luego traerlo de vuelta. Quizás el también se marea. Quizás también él no vuelve más.

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