martes, 3 de agosto de 2010

Personaje/1

Solía soltar una palabra tras otra, bien pegadas, a una velocidad que hacía difícil seguirle el ritmo por más que uno pusiera toda su atención. No es que siempre dijera mucho, a veces si, a veces no, como la gran mayoría de los mortales, pero lo que si era cierto es que pronunciaba una gran cantidad de palabras para decir lo que quería. Sea o no sea importante, eso en realidad no es cosa juzgable.
Reía mucho también. Por entre su discurso nos solía regalar a sus interlocutores sonrisas que provocaban una distracción casi imperdonable. Encontrar nuevamente el hilo de la conversación no era cosa fácil. Hay gente que tiene esa costumbre. Reír mientras cuenta. Sea el tema que sea, ese es otro cantar.
Gesticulaba en demasía. Sus brazos parecían regalarnos por momentos un nuevo lenguaje de señas. Al igual que su rostro. En sus expresiones, si no tuviera voz, entenderíamos varias de las cosas que nos quería decir.
Su estado de ánimo, si uno increpaba, somatizaba en su cuerpo. Especialmente en sus hombros. Por ejemplo, si una frase lograba inquietar o incomodar, sus hombros parecían querer aplaudir. Unirse uno con otro y de esa manera, quizás, armar una defensa casi inexpugnable. Parecía achicarse, y eso que no era demasiado grande.
En su discurso las cosas solían ir de un lado para el otro. Era de esos que se suelen ir por las ramas. Empiezan contándonos la cena y antes de llegar a la bebida ya nos dijeron su grupo familiar y lanzaron un sin fin de anécdotas. Pocas veces nos enteramos cuál fue el postre.
A pesar de todo, costaba dejarla de escuchar.

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