jueves, 15 de julio de 2010

Solo, viejo pero no borracho....

Una vez me dijeron que el amor verdadero llega una sola vez en la vida. Que hay un único gran amor. Y entonces, desde aquel día, empecé a pensar como identificarlo. Qué era lo que me daría la pauta que estaba frente a él, que lo tenía cara a cara. Hubo amores que me duraron minutos y parecía serían eternos y otros que siguen vivos, a pesar de la distancia, incluso a pesar de la muerte.
Es que muchas veces intentamos usar esa palabra, sobredimensionada en su valor, con exclusividad hacia la pareja. Y ese pecado es demasiado frecuente. “Amor verdadero”. ¿Acaso puede ser de alguna otra forma? Qué es lo que sentimos por un amigo si no es amor. Por un padre, una madre, un hermano, un sobrino y quizás la traducción más literal del verbo amar por mi –por ahora- desconocida, un hijo.
Limitado a la pareja en cualquiera de sus formas, también se me hace difícil entender el concepto del gran amor. Cómo lo sabemos con tantos errores cometidos. Como sabemos que es éste y no el otro. Qué no es el otro y no éste que sentimos ahora.
A la única y posible conclusión que he llegado es que el gran amor es ése que está por venir. Ese que nos está esperando a la vuelta de la esquina. Acechando, aguardando el momento justo para darnos el zarpazo e impedirnos negarlo.

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