jueves, 29 de julio de 2010

Extrañandote

Su cara estaba toda cuarteada por los años. Se le veían en los surcos de las arrugas el paso de la vida. Sufrida. Pero llena de amor y alegría. Por momentos desvariaba. Por otros no, aunque pareciera. Las lágrimas le recorrían serenas todo el rostro, una a una, cuando pensaba en ella. No cambiaba de gesto, sólo lagrimeaba. A los segundos volvía a sonreír, que era lo que mejor hacía. Los demás, a su lado, la disfrutabamos.

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