miércoles, 7 de septiembre de 2011

Un poco de nada/45


Me miró pausado y respiró profundo. Era una noche más, aunque con en verdad histórica, una noche nunca es una más. Solían sobrar las palabras cada vez que la noche nos encontraba, pero de las que valen, de las que cuentan, caían a cuentagotas. En su rostro dejó ver lo que no quería mostrar una vez más. “Me da demasiado miedo ser feliz”, soltó sin más y se quedó, sin siquiera mirarme, esperando que sea yo quien llene el vacío que dejó su declaración. Traté de encontrar consuelos comprados en algún lugar de mi razón. Y como siempre, de poco sirvió. Es que se hace difícil poder dar resguardo a los miedos de otros cuando son los de uno. Pero a veces, el solo sentirse acompañado en el temor ayuda a soportarlo. Porque siempre, por más que duela, es mejor el sueño trunco que aquel que nunca se soñó. Con la felicidad, pensé luego, pasa algo parecido a lo que sucede con el amor. El temor a perderlo o herirlo, muchas veces, nos lleva a evitar sentirlo. Pero entonces, qué hacemos, me pregunté. Y ahí ando, como escarabajo, evitando ser pisado, pero con la certeza de seguir caminando.

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