miércoles, 7 de septiembre de 2011

Personajes

Arqueaba el cuerpo hacia delante, apoyando sus codos sobre las rodillas. En una mano el jarro retenía el vino que cada tanto volvía a cargar. Poco supe de él. Era la primera y seguramente la última vez que lo veía. El fortuito destino me había llevado esa tarde a su lado. Sus palabras eran pocas, pero siempre decía algo. Era de esas personas que sonríen al hablar, para así amenizar lo que su boca dirá. El sol, el paso de las horas y el vino le iban afinando sus ojos. Entre otros temas habíamos pasado por los trabajos del campo, por algunas costumbres, por sus viajes y sus momentos entre cosechas, por su gusto por la quiniela, siempre jugando a las cuatro cifras. Dejó algunas definiciones políticas, como que con "Menem la plata rendía más, ganaba lo mismo pero servía para mucho más". Otras que poco tenían de política, pero que deberían ser cuestiones fundamentales para la vida: "La vaca siempre se acuesta para el mismo lado, y de ese costado la carne suele ser más dura". Quién lo hubiera dicho. No se sabe si es para la izquierda o para la derecha, pero una vez que elije la vaca respeta su decisión hasta la hora del matadero o la muerte natural.
Hacia rato que se mantenía en silencio. El fútbol había ganado la escena de la conversación grupal hacía rato pero parecía ser que mucho de eso él no sabía. Hasta que llegó el turno de analizar al arquero y ahí, como en cada oportunidad, sacó su saber popular:
-El mano a mano es el que se define lejos del arco, en la puerta del área. Pero parece que a los arqueros de hoy o no lo saben o no lo quieren entender. Y no hay ningún secreto, la cuestión es mirarle el pie al delantero. Si lo pone así - y con su mano libre, en la otra el jarro mantenía su nivel de bebida, abrió la palma simulando la cara interna de un pie- sabés que te va a salir para ese lado. Si lo abre mucho -acentuó su gesto con la mano- sabés que te la esquina. A mi me hicieron arquero en Villegas, cuando era chico. Y era bueno. Después quedé corto, 1,70 metros ya no alcanzaba. Pero es así.
Esas fueron las últimas palabras que le escuché. Yo me perdí en algún lugar y no lo volví a ver. Cada vez que me toque un mano a mano en alguna cancha miraré los pies, para respetar y honrar el saber.

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