jueves, 21 de enero de 2010

Un poco de nada 3

Hace unos días me crucé con una de esas personas que rompen el molde con el que uno, a priori, hubiera supuesto estaba formada. O sea, me sacó de los esquemas con los que uno sale a pelear la calle. Manejaba un amarillo y negro bastante bueno, casi 0km. Mario Pergolini hablando por la radio ya empezó a desacomodarme. El debía tener unos 50 años, bien llevados, naturales digamos. Parecía de 50 y debía tenerlos. Permítanme una cosa, desdecirme. Borremos del texto el modismo “bien llevados”. Nunca lo entendí. Cómo es. Qué significado tiene. Porque si quiere decir que parecemos de menos edad que la que nuestro reloj biológico marca eso no es llevarlo nada bien; eso es que nos hemos cuidado demasiado y dejamos algunos placeres de esta vida al costado del camino, lo cual, a mi entender, poco tiene de inteligente. En cambio, una mueca de ruina sobre nuestros ojos da ese aire de vivencias, de anécdotas.
O sea, pongamos las cosas en claro. Con quién se juntarían a tomar una cerveza. Con alguien que anda en musculosa y viene de hacer actividad física o con una de esas ruinas a las que parece el sol les hace mal. No digamos para pasar la vida a su lado. Digamos que en la largada, el de ojeras prominentes promete un anecdotario más abultado.
Pero volvamos al taxista. El que disparó esta especie de tratado sobre la edad de las personas. Improvisado, muy, pero no quiere decir eso que esté del todo errado. Decía que me sorprendió agradablemente que no escuchara Radio 10 o alguna estación radial de clásicos pop, al estilo Aspen. Tengo que aclarar que una actividad que suelo realizar al viajar en este tipo de transporte semi público es darles charla para ver sus opiniones sobre temas diversos. Hay algunos que son infalibles. Atacar al gobierno saca lo mejor –o peor- de ellos. Otras, hablar de la juventud. Hagan la prueba. Lancen un comentario del estilo:
-Debe ser difícil estar acá arriba los viernes a la noche, los pendejos están cada vez peor.
Luego de eso vendrá un monólogo de expertos noctámbulos sobre los viejos códigos y sobre que, el tiempo pasado, fue mucho mejor. Pero en realidad la política es la pecera donde nadan mejor.
-Es increíble lo caro que está todo. Así no se puede seguir.
Prende seguro. No se preocupen. Yo siempre he identificado a los taxistas como hombres de derechas tomar. Con un pseudo pasado de empresarios exitosos devenidos en propietarios de “unidades móviles”. A mi entender, suelen estar cargados de resentimiento por la pérdida del status anterior y los privilegios que eso conlleva. Una vez me tope con uno que dijo haber sido el dueño de 20 salas de cine condicionado en Argentina y Chile. “Me mato Internet a mi. Quién se va a exponer yendo al cine si lo puede ver solo en su casa”. Un grande.
Este es el molde que rompió es taxista que dio pie a este relato. ¿Por qué? Hablando de todo me dijo algo que me dejó pensando un largo rato. Este hombre tenía una extraña actividad dominical.
-Yo, cuando termino de desayunar y no tengo nada para hacer, agarro el auto, cargo el mate y me vengo a pasear por Av. De Mayo. Y mirá que ando todos los días por acá. Pero los domingos vengo como turista. Es hermoso Buenos Aires. Yo veía a los gringos sacar fotos y decía: “que carajo le ven”. Cuando te das el permiso de hacerlo vos, entendés. Las cúpulas de esta avenida son dignas de un museo viejo. Está lleno. Buenos Aires es increíble, pero nosotros, envueltos en la mierda que nos quieren meter en la cabeza todos los días ya salimos de nuestra casa repletos de bronca y miedo, ¿y quién puede disfrutar en ese estado? Hasta la Torre Eiffel debe parecer fea así.
Me bajé luego de agradecerle. Al rato pasé por Avenida de Mayo y es verdad, es un museo a cielo abierto. Comprendí que a los porteños nos falta un poco de eso. Ser turistas en nuestra propia ciudad. O acaso, quién mira el noticiero o lee el diario todos los días cuando está de viaje.

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