martes, 19 de enero de 2010

Un poco de nada 2

A veces pienso en los recuerdos, la significancia que pueden tener en la vida de uno y en cómo enfrentamos los nuevos desafíos que la vida nos plantea. Rememoraba –tratar de no repetir palabras nos hace utilizar otras como ésta, que distan de ser felices y lindas- una escena de “Una sombra ya pronto serás” en la que disputan una mano de truco y ante la ausencia de cosas para apostar uno le dice al otro:
-Juéguese un recuerdo feliz
-Ya no me quedan, el único que tengo no lo quiero perder.
Si lo gana o lo pierde no tiene importancia pero siempre me llamó la atención el identificar a los recuerdos como un bien, apostable, querible por otros. Si uno pudiera hacer de uno los recuerdos de otros, sería raro no. Igualmente a veces tengo la sensación de que ciertas cosas deben distar mucho de cómo yo las pienso y las cuento. “Recuerdos que mienten un poco” dice el Indio y algo de eso hay. El tiempo, inexorable, nos va borrando generalmente los detalles que no nos gustan y limando las imperfecciones de la anécdota.
Hoy me juego un recuerdo. A los pocos años de vida estaba jugando con mi viejo en Reta y me di cuenta que algo me ocultaba. Que me estaba entreteniendo para que no esté en otro lado. Era 5 de enero. Yo salí corriendo de golpe en busca de mi vieja. El trató de impedirlo pero le gané de mano. Entré a la casa donde vivíamos y la vi a mi mamá –como le decía entonces- con una amiga envolviendo regalos.
-Los reyes no existen, sos vos la que pone los regalos –dije con lágrimas en los ojos y salí corriendo.
Una pizca de inocencia se fue con esa situación. Ya no volvería a ser el mismo. Mis padres, perfectos hasta entonces, también mentían.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario