viernes, 22 de enero de 2010

Un beso abrió las puertas del infierno

Fue la señal, como la traición contada en los evangelios:
-A la que yo de un beso, ésa es.
Y a fines de 1977, en Buenos Aires, el Ángel Rubio besó, una tras otra, a Esther Balestrino, María Ponce y Azucena Villafalor, fundadoras de Plaza de Mayo, y a las monjas Alice Domon y Léonie Duquet.
Y se las tragó la tierra. El ministro del Interior de la dictadura militar negó que estuvieran presas y dijo que las monjas habían ido a México a ejercer la prostitución.
Después se supo que todas, madres y monjas, habían sido torturadas y arrojadas vivas al mar desde un avión.
Y el Ángel Rubio fue reconocido. A pesar de la barba y de la gorra, fue reconocido, cuando los diarios publicaron la foto del capitán Alfredo Astiz firmando, cabizbajo, la rendición ante los ingleses. Era el fin de la guerra de las Malvinas, y él no había disparado ni un tiro. Estaba especializado en otros heroísmos.

Eduardo Galeano -"Espejos", pág. 316

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