Hacia afuera no paraba de regalar cumplidos y alegrías. Preocupaciones y atenciones. Todo era poco para él cuando se trataba de dar, entregar a los demás. Por dentro, sus dolores e inseguridades crecían a paso agigantado. Buscó donde dejarlos reposar.
De tanto en tanto los olvidaba y día a día los recordaba y sufría. Comieron todo lo que pudieron de él. En el silencio ruidoso de la noche y la calle los escucha aparecer y ahí, en ese instante, vuelve a dejarse vencer.
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