miércoles, 30 de junio de 2010

Instantaneas

Hoy a la mañana, viniendo a trabajar en el subte -o metro, como le llaman nuestros queridos conquistadores de la Madre Patria- me encontré con una imagen que suele repetirse, pero que no deja de provocarme.
Y esa es la palabra, porque genera lo mismo que todo aquello que me provoca reacción de alguna u otra manera. Reacción no es física, entendamos. Estoy, igual, dando demasiadas vueltas para lo que quiero decir. Muchas veces me lo han criticado. "Deja de adornar lo que me tenés o querés decir". Frase escuchada casi a diario en una época. "Es que me gusta la belleza de las palabras", era una forma de defensa ridícula. "Lo que siempre te gustó es escucharte a vos mismo", sentenciaba el round.
Volviendo al subte tempranero, un pasajero que estaba parado justo a mi lado -si, tuve la suerte de sentarme en un hábil movimiento, de esos que nunca tuve en una cancha de fútbol- no dejó un segundo su celular.
Primero jugó con él, mirándolo y haciendo vaya a saber uno qué. Luego, comenzó diversas charlas. Esto no sería tan raro, hasta aquí. Pero el joven éste, tuvo una particularidad, elevó su tono de voz para tapar los ruidos del subte y de los que lo rodeaban. Todo el vagón, entonces, se enteró que trabajaba en sistemas. Que le debía plata a unos cuantos proveedores y quería ver como evitaba pagar en los próximos días. Luego, también, nos enteramos que está de novio. Que la llama "gor" cariñosamente y no tiene problemas en decir "Te amo" en público.
Lindos personajes en las calles de Buenos Aires,

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