martes, 17 de julio de 2012

Un poco de nada / 91

Tiene no más de 10 años y mucho de nada. En su cara, colorada y con la piel quemada por el frío, se nota la ausencia de todo. En sus ojos, cansados, se deja ver el día entero caminando de vagón a vagón, siempre bajo tierra, sin ver la luz del sol. Estira su mano, sin decir nada, con la mirada fija en su interlocutor, en busca de una respuesta que confirme su existencia.
Él va bien abrigado. Se nota que no le falta mucho de nada. Juega con su celular y su cara está pálida, cubierta por una bufanda que ahora descansa en su cuello. Seguramente le preocupa la restricción del ahorro en dólar, los mineros chilenos y la crisis europea, aunque ésta le saca alguna sonrisa porque le resultará más barato su próximo viaje. Debe discutir seguido con su gente de lo inseguro que está este mundo por esos inadaptados que se vengan de su bienestar y viven de lo que el estado les da.
No entiende por qué, esos otros que viven quien sabe donde, le tienen rencor a él, que lo único que hace es trabajar y pagar impuestos.
La mano de uno se estira. Del otro lado, sólo recibe indiferencia y una mirada vacía. Él sigue caminando con sus ausencias a cuestas, en busca de otra mano que le confirme su existencia, que le diga que no es un espectro que camina por los subtes de la ciudad sin que nadie lo vea.
¿Cómo reaccionaríamos ante alguien que nos niega el saludo? Por suerte para el que tiene todo lo que no hace falta, quien estiró la mano tiene tan menos de 10 años.

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