martes, 7 de diciembre de 2010

El silencio...

Desconfío de los neutros. Nunca me gustaron los sin significados. Menos aún los sin significantes. Es por eso que no me gusta mucho hablar ni "con" ni "de" aquellas personas que no me significan nada o siquiera digamos, significan poco. Sin embargo, y a pesar de mi disgusto declarado, me hallo a diario haciéndolo. En ciertas cosas, señores, debemos admitirlo de una buena vez, el diablo es neutral, como dice un gran poeta.
Y allí, entonces, entendemos que somos nosotros, uno mejor dicho, el que permite esta situación. Cambiarla, modificarla, mutarla hacia algo mejor, es también cuestión neutral de dioses y luciferes.
El silencio, que lleva por título este improvisado rejunte de palabras, poco tiene que ver con esto. Es, quizás más quizás menos, una forma de llamar lo que antecede el cambio, lo que precede la tormenta que lava y quita. Que lava y remplaza.
Este silencio que empieza a hablar, ¿que dirá? Mw pregunto a diario y a diario también me contesto lo mismo. Dejalo hablar.
Siempre es interesante escuchar lo que tienen para decirnos los silencios que se presentan en nuestras vidas. Silencios a diario cargados de palabras y situaciones. Que poco nos dejan. Que tanto, a veces, nos quitan. Perdemos mucho de lo que no nos sobra entre tanto ruido que no dice nada. En lo esencial, en lo profundo, en lo existencial, en cambio, no hay palabras nuevas bajo los tapetes de la realidad. Y ahí, en esa ausencia por momentos prolongada es que tenemos que buscar y encontrar lo que queremos.
El silencio viene cargado esta vez. Con su tranquilidad característica y, casi sin quererlo, me ha empezado a hablar.

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