miércoles, 10 de noviembre de 2010

El amor vence

Busqué en mi cabeza que podía escribir sobre Massera, sobre su muerte. Y quizás fuera mucho. Porque mucho fue lo que hizo. Mucho por la muerte. Poco por la vida. Entonces, entre tantas cosas me encontré con la nota de opinión de Feinmann (bueno) en Página 12. Y pensé que mejor diga él lo que yo quisiera decir....tomarse el tiempo en leerla no es perderlo, es ganarlo.

El infierno es poco

EL AMOR VENCE

Por José Pablo Feinmann


Hizo pintar –en paredes de Mar del Plata, por ejemplo– leyendas de un cinismo memorable: Ganar la paz, decía una. La otra era peor: El amor vence. Galimberti, que lo conocía bien, decía: “Cuando Massera quiere hablar con alguien, lo secuestra”. Desde la picana pensaba llegar al poder absoluto. Tenía pinta y sonrisa como para imaginarse un nuevo Perón. Era un megalómano delirante. Durante el Juicio a las Juntas, desafiante, dijo a la audiencia, a los jueces, a los periodistas, a todos: “A ustedes les queda la crónica, a mí la Historia”. Tenía razón. Por desgracia, Massera pertenece a la historia de nuestro país, a su historia más profunda, a su lógica más perversa. Y más todavía. Pertenece, Massera, al gran Museo de Horrores de la Humanidad. Como el genocidio argentino, del que fue uno de sus más señalados protagonistas.

En Los hundidos y los salvados, Primo Levi marca a los asesinos de este país como imitadores de los criminales alemanes. Dice: “Sus imitadores en Argentina y Chile”. Eso fueron Massera y todos los restantes capitostes de la masacre: imitadores de Himmler, de Goering, de Hess, de Eichmann. Tenía razón Massera esa tarde ante el tribunal que lo juzgaba: no tanto en el primer sentido de su afirmación (“A ustedes les queda la crónica”), pero sí en el segundo: “A mí la Historia”. Sí, le queda la Historia. Ingresó, con pleno derecho, a la historias de las grandes masacres del siglo XX. Y del lado de los masacradores.

Pero hay algo más en el Almirante: a la masacre le añade la crueldad. La ESMA –de la que era jefe absoluto, amo y señor de la vida y de la muerte–- era un campo de concentración y exterminio. Pero, al ser un campo de recabamiento de información, era un campo de torturas. La tortura le fue más esencial a la ESMA que a Auschwitz. El detenido que ingresaba en Auschwitz, el que cruzaba ese portón en que había un cartel que decía El trabajo os hará libres, iba, sin duda, a morir, tarde o temprano habría de morir, pero muchos no fueron torturados, porque Auschwitz no era un centro de acumulación de información. La información, su búsqueda, su urgente necesidad de posesión para atrapar a los otros, a los ligados al detenido antes de que pudieran escapar, era propia de la ESMA. La ESMA era, en primera instancia, un centro de búsqueda de información, es decir, un centro de torturas. Además, la tortura era parte de un esquema prefijado que se proponía quebrar al detenido. Y era tan terrible que muchos, luego de pasar por ella, preferían morir antes que volver. Fue, como Drácula, un empalador. Llenó de cadáveres el Río de la Plata. Gritó (junto a Videla y Agosti y todos los enfervorizados hinchas que desbordaban el estadio de River Plate) los goles de la Selección Argentina, los goles de Kempes, el matador. Con cada gol argentino, más poder para Massera. Más poder para que secuestrara, torturara, violara, prohibiera, le dijera al mundo que éste era el país de las maravillas y que, aquí, se vivía en medio de la alegría y el respeto por los derechos humanos.

Que ahora se muera no sirve para nada. Todos, alguna vez, nos vamos a morir. Massera ya hizo en nuestra historia todo el daño que podía hacer. Lo pidió un pueblo que quería orden y él le dio ese orden. Una de las primeras publicidades televisivas de la Junta decía: Orden, orden, orden, cuando hay orden el país se construye de arriba abajo. En esa búsqueda de orden, siempre exigida por los argentinos, hay que encontrar la explicación de la existencia de monstruos como Massera. Si alguien, hoy, le desea el Infierno, se equivoca. Si Massera va al Infierno lo van a recibir como a un héroe. Al cabo, él es uno de sus creadores. El creador de una de las figuras más perfectas del Infierno, la ESMA. ¿Podríamos entonces desearle el Cielo, ese lugar donde un Dios justo le señalaría sus culpas? Ocurre, sin embargo, que el Cielo y ese Dios justo no existen. ¿Cómo habrían de existir si existió Massera?

viernes, 5 de noviembre de 2010

La historia nos absolverá

A vivir que son dos días

En una semana, apenas siete interminables días, peregrinos de distintos puntos geográficos emprenderán la recta final de un viaje que iniciaron meses atrás. Todo empezó con la noticia, cuando pocos la esperaban, cuando los rumores no estaban. “El Indio toca en Tandil, en noviembre”. Allí empezó la dulce espera. La buena nueva llegó terminando el verano, allá por marzo. Un embarazo de ocho meses podríamos decir.
No había nada que hacer más que esperar. En algún momento pondrían las entradas a la venta. Mientras, a reservar lugar. Cabaña, hotel, casa de familia. Lo que sea que sirva para pasar dos noches. En la ciudad o cerca. Donde sea.
El 13 fue el número elegido. El mismo día que Aramburu tomó el mando de la Revolución Libertadora que derrocó a Perón en el ´55. Poco importa, pero es un dato más. Todos, muchos, cuando nos enteramos sabíamos que estaríamos ahí, donde el fuego crece, o quisiéramos estar. Porque sabemos, conocemos lo que es. Lo que pasa. Nos descolgamos del laurel dos días y allí vamos, veloces como borrones, escapando de la bella señora que, sabemos, en algún lado espera.
En tiempos donde mucho separa es reconfortante encontrar algo que une. Que lleva a miles y miles de almas a comulgar en un mismo sentimiento, en una parecida forma de disfrutar la vida. Rodeados de gente, experiencias. Con las papilas a flor de piel, degustando esto llamado vida.
En algún momento de la noche del sábado 13, cuando se haya hecho bien oscura, los corazones empezarán a latir. Al ritmo de un personaje que poco da y mucho recibe, quizás, pero que eso poco que da alcanza para mucho más.
Y si, este mundo (infierno) se pone encantador. Se viste con sus mejores ropas y nos confirma en donde está lo importante. Las brazas arderán en cuanta parrilla haya en Tandil. Arriba cada uno pondrá lo que pueda y lo acompañará con lo que tenga. La banda de sonido de nuestra vida será, por dos noches y tres días la misma.
Luego de ese acorde, esa palabra que nos emociona entonada desde el escenario, encontraremos el mundo en un abrazo. Miremos las almas a nuestro alrededor, disfrutemos del amor que está a nuestro costado.
La mesa está servida señores, vayamos a disfrutar del banquete.

jueves, 4 de noviembre de 2010

"Cabecita"

¿Puedo llorar como “cabecita negra”?

Raúl Fitipaldi

Desacato

Murió Kirchner. El Pueblo avanza sobre la Plaza de Mayo, las mujeres viejas cargan banderas argentinas, los jóvenes lloran, el pueblo saluda a Cristina, ese pueblo mío que amo con pasión está en la calle sin restricción. Los veo en esta pantalla por donde les escribo y lloro a mares, no por el presidente, ni por Cristina, lloro porque allá está mi gente llorando y siento la necesidad de abrazarla y llorar con ella.

En ese Universo de Mitos que es Argentina, brilla un nuevo mito, el Ciudadano K está en el cielo con Evita, con El Che, con El Negro Olmedo, con Gardel, con Monzón, con el dios de los argentinos que es laico como la puta madre y creyente como Juan XXIII.

Y me da igual si el tipo era populista, si era serio o un vendedor de botellas vacías, él era el Presidente que llegó después que el Pueblo Pobre, que el Cabecita Negra le dio una patada al trasero de la política que venía de la dictadura. Ese Pueblo que se metió en el Congreso y después invadió la Plaza de las Madres de la Resistencia y de Mayo también, y dio la sangre, dio la vida por liberar la Patria del menemismo, como lo dieron Darío Santillán, Haroldo Conti, Roberto Walsh, vidas que eran la vida de todos y todas. El Néstor era el Presidente del Pueblo que anduvo kilómetros y sigue andando, que entró por Rivadavia y no paró hasta limpiar la Plaza donde la Nación se sueña.

- Y... que me pide que piense como socialista, ¿eh?, si estoy sintiendo como pobre, como analfabeto, como trabajador, como desempleado, como mina con 10 hijos sin marido, como prostituta sin clientes para llenar la olla en casa, como estudiante sin plata para comprar un mísero libro, como peronista también, si se quiere, y no soy, nunca fui, no seré, pero si es pasaporte para andar en la calle con mi gente, no se preocupe que firmo la afiliación!

- Que me rumia que elabore como burgués izquierdoso como clase media pensante? No puedo, soy grillo de favela, crecí con el vapor de la lluvia mojando el colchón, sin puerta ni ventana, nací como ese hombre que veo ahora, llorando andrajoso y gritando ¡ Viva Néstor, Viva Cristina, Viva Evita!

- ¡Entienda, querido! Le escribo para que sepa que aquí hay un Cabecita Negra y que ni siquiera viviendo en este paraíso Desterro*, donde voy a reparirme como ceniza, me sacan de la naturaleza de pobre, jodido, de fétido. Soy yo, mi amigo quien va por la Avenida de Mayo con la bandera en la mano, borracho de dolor, con la esperanza en la punta de la lengua porque Evita, El Che, Olmedo, Gardel y todos los otros, el Néstor incluido, son inmortales, por la simple razón de que cuando un Pueblo quiere puede todo, y los argentinos (los prestados también) queremos que nuestros muertos, que son santos, ángeles y guerreros así lo sean. Amén.

*Florianópolis, Isla de Santa Catarina, Brasil.

Desde www.rebelion.org