viernes, 17 de febrero de 2012

Un poco de nada/76

Caminábamos sin rumbo fijo, sin intentar llegar a ningún lugar. Mis pies seguían a los suyos. Ya habíamos andado largo rato y, en cada momento, escuchábamos el río que bajaba a nuestro costado, aunque no lo veíamos. Sus pasos nos llevaron a orillas de ese río que brillaba de lo claro, con sus colores que llegaban a encandilar. Cristalina, el agua, avanzaba entre árboles y rocas. Callado, se sentó en una de las piedras gigantes que se metían en el río desde la montaña. Hacía unas horas que no cruzábamos palabras cuando sus labios empezaron a andar:
-Nosotros somos como el río. No tenemos que detenernos nunca, para no estancarnos y poder llegar siempre a donde nos esperan para descansar. Como este río cuando llegue al lago, después de kilómetros de sortear obstáculos, uno tras otro. Porque al igual que nosotros, si algo intenta detenernos, sea una piedra, un tronco, una represa, por más grande que sea el obstáculo no debemos detener nuestra marcha. Y si no podemos derribarlo debemos encontrar la manera de aguantar hasta poder sortearlo. Aunque tengamos que llevarlo cuesta abajo con nosotros. Porque, como sucede con el río, nosotros también nos oscurecemos y ensuciamos al quedarnos estancados. Nos echamos a perder. El secreto, entonces, es no dejar de caminar.